Desvariando, de nuevo
¡Otra vez dos meses sin escribir y tanto que contar!
Pero no voy a contar nada :)
Siempre he creído que cuanto más se piense en algo - o en alguien - más durará en el tiempo. El problema es que hay cosas - o personas! - que queremos que acaben cuanto antes y, generalmente, es algo inversamente proporcional al tiempo que pasamos pensando en ello. Es decir, cuanto menos quieres, más piensas.
Lo mejor es no pensar.
Pero, inevitablemente, se piensa... y cuando lo hago... recuerdo... y cuando recuerdo me doy cuenta de que he olvidado muchas cosas por el camino. Alguien me advirtió de que posiblemente me había perdido lo mejor por ir deprisa, por correr, por querer llegar antes. Por querer ganar sin haber participado, o por querer acabar sin tan siquiera haber empezado. El fin no es el final, ni lo más preciado es lo último, ni la recompensa es mejor que lo vivido. Sobre todo porque en ocasiones no hay recompensa. Ni premio final. Entonces te arrepientes de no haber jugado, de no haber estado, de no haber aprovechado. Porque aquello hubiera sido tu recompensa.
Había olvidado la de tonterías que evoca el tener papel y boli cerca del mar, como en aquellos acantilados que tantas horas callan.
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